(Arthur Hughes: Ofelia ( segunda versión), 1863-64)
-Es el festival del dios de la prosperidad- explicó Camille -Ellos esperan a la primer luna llena de cada mes y ofrecen a la más saludable de sus mujeres al bosque, en sacrificio a su dios a cambio de salud y bienestar para el resto de la tribu.
-¿Y tu cómo sabes todo eso?
- Bueno, llevo varios años viniendo, lo tomo como mi noche de descanzo, como esas veces en que te despertabas en la mañana y te llevaban el desayuno a la cama. Solo que ellos, me mandan mi cena.
La miré incrédula, pues si bien ella no era humana, tampoco era una diosa.
-Ya, ya. Mira es una situación de ganancia para ambas partes, ellos creen que su dios ha aceptado su ofrenda, por tanto trabajan con mayor entusiasmo, consiguen mejores cosechas, logran lo que desean y yo tengo mi alimento, es una ganancia para ambas partes, además hoy ésta será tu cena, ¿o es que no te mueres de hambre?
Al principio me pareció algo totalmente inaceptable, oportunista y nada honorable; pero finalmente yo ya no era esa joven a la que le enseñaron todos esos principios, tenía una nueva vida, y al parecer, nuevas enseñanzas a seguir, sin contar que en efecto, tenía una gran sed.
Al parar los tambores, hubo un profundo silencio, y unas hojas secas se escucharon crujir con el paso de una persona, podía olerla, sentirla caminando cada vez más cerca, sentía sus pisadas cada vez más temblorosas y su pulso cada vez mas agitado, sus latidos me recordaban a esos tambores que sonaban minutos antes, y su miedo me producía un estado de éxtasis indescriptible: de pronto, Camille se acercó a ella, y antes de que ella pudiese correr, ya la tenía entre sus brazos, con su cuello expuesto, le dio una mordida y comenzé a ver la sangre correr sobre su cuerpo, como la más bella de las obras jamás puestas en escena. Su calor y su sufrimiento me provocaban placer. Tomé su muñeca y bebí, bebí hasta saciarme, hasta que Camille me apartó de su cuerpo. Pude sentir su muerte dentro de mí, y pude ver su último aliento.
Los segundos que precedieron a la muerte de la desafortunada mujer, fueron los más gloriosos que jamás pude haber experimentado en mi vida humana. Era un poder indescriptible, era poder saborear la vida, quitarla y dominarla como si fuese una secuencia de imágenes pasando en frente de mí. Camille me miró con una mueca de sonrisa dibujada en la cara
-Eres perfecta, todo lo que tus padres han deseado en su hija. Ahora celebra, celebra durante los milenios que siguen a tu vida eterna, sonríe antes de beber y saborea cada latido, disfruta tu perversión, y recuerda que hasta en lo más perverso existe una belleza exquisita.