domingo, 7 de agosto de 2011

Memorias Nocturnas parte VIII



("El Vampiro" pintura de Eduard Munch, 1894)

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-Bienvenida a la familia mademoiselle Elizabeth- dijo el señor Dupreé
-Hija mía, si supieras cuánto tiempo esperé para que llegara este momento, para sentirme tan orgulloso de ser padre de tan perfecta criatura como lo eres tú, para que mis ojos pudiesen ver lo que he visto hoy, eres ahora infinitamente bella. – Decía mi padre con gran orgullo en sus ojos.

-Hija querida, ahora te enseñaré todo lo que debes saber, y podremos compartir tantas cosas que durante tanto tiempo no he podido pasar al lado tuyo, serás una gran vampira hijita mía- pronunció mi madre, con un tono tan suave, como el que jamás antes había usado para hablarme. Su mirada había cambiado totalmente, ahora ciertamente tenía algo de maternal en ella pero a la vez, había maldad, una mirada que jamás podría plasmar con palabras. Todos tenían ese porte, terriblemente elegante y seductor, eran las criaturas más diabólicas y sensuales que jamás había visto antes ¡y eran mi familia! .

Thomas, mi dulce Thomas…. Sin decirme una sola palabra, supe que eso había sido una especie de compromiso, el y yo éramos ahora como uno sólo, podía sentir lo que quería decirme con solo verlo, podía estar con el sin ese miedo que antes sentía, solo había un sentimiento intenso al estar en sus brazos, una atracción entre el y yo sin límites, yo era total y completamente suya y el era mío. Sentí entonces, lo más cercano a la felicidad, era intenso, éxtasis… éxtasis puro.

Me tomo en brazos y me llevó a una habitación, la casa misma lucía distinta, mas oscura y compleja; llegamos a una habitación grande, había una ventana desde donde se veía una luna llena hermosa, brillante e hipnotizante, brillaba de una manera sobrenatural y su luz se mezclaba con los candelabros que iluminaban la habitación, yo me sentía terriblemente cansada pero con una gran fuerza corriendo por mis venas. Thomas me acostó sobre la cama, cubierta con un edredón de seda roja, y en seguida bajó una especie de tapas a la justa medida de las ventanas. Me dio un beso en la frente con gran suavidad, sonrió y me besó en los labios, aún tenía el sabor de mi sangre, y probarla de sus labios era el más exquisito de los placeres.

-Ahora hermosa novia mía, descansa, duerme que ya casi acaba nuestra noche, yo estaré justo debajo de ti, durmiendo y velando por tu sueño, disfruta que esta será tu última noche en cama.

Cerré mis ojos, y no supe nada más, dormí en el más profundo de los sueños, en los que podía ver ciertos fragmentos, como películas que solo duraban segundos, logré ver a mi familia, vi sangre y vi muertes, vi regocijo y vi angustia, pero lo que más predominó era ese color rojo, y ese olor a hierro… que me atraía, me llamaba.

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