(Dama Victoriana IV. John O'brien)
Y yo, creo que de la que menos he hablado en todo de lo que ya he escrito es de mí, pues bueno, hasta lo que era en ese entonces no hay mucho que describir, siempre buscando protección en los brazos de mi padre y añorando el amor que mi madre jamás podría darme, nostálgica y trágica, podía hacer del más soleado de los días, la más depresiva de las imágenes jamás vistas. Solía escapar de cuanta realidad me rodeaba, pues para mí todo carecía de sentido, nuestro criterio, nuestras ideas e incluso nuestra misma esencia era aprendida, éramos como el resultado de todas esas ideas y enseñanzas trasmitidas de generación en generación a través de los tiempos, incluso los sentimientos aunque llevan algo de instinto, muchos de ellos son limitados por las reglas que debemos seguir, ¡la misma idea de libertad no era libre! . Así podía pasarme las horas, lamentando la desgracia de vivir, lamentando la vida misma, pero no mi existencia. En cuanto al físico, mi cabello rojizo y ondulado, tan largo como mi madre me permitía llevarlo, casi hasta el final de la espalda, unas cuantas pecas en mi cara que siempre me habían dado un aire infantil, y mis ojos no tenían un color determinado, era algo entre cafés y verdes, variaba dependiendo de la iluminación de donde me encontrase, aunque mi padre solía decir que mis ojos eran como mi segunda voz, capaces de expresar todo lo que mi boca no se atrevía a pronunciar.
Mi vida hasta ese momento era como una película vista a través de una neblina brumosa, sabía que ocurría sin vivirla precisamente, era una espectadora de mi propia existencia. Y todos eran como un grupo de actores interpretando la mejor de las comedias, sin que nadie supiese realmente lo que estaban haciendo.
-Cariño cariño, no seas tan arrogante ¿quieres? – me dijo Thomas una de esas tantas noches en que me sorprendía mirando por la ventana antes de dormir, mientras me veía con la mas dulce y maléfica de las miradas, al estar frente a él no podía ser capaz de realmente distinguir entre el miedo o el más intenso de los amores, todo se fundía en una sensación de éxtasis y libertad que jamás había experimentado antes de conocerlo a el, y que a la vez me producía una profunda adicción a él, a su compañía.
Recuerdo perfectamente esa noche, el cielo se pintaba de un azul muy intenso y profundo, no había una nube siquiera y la luna llena brillaba con una fuerza hermosa, el viento sin embargo, era frío, espeso, como una bruma; me sentía particularmente diferente esa noche, mi cumpleaños número 22 se acercaba, tal vez era eso, quizá mi cabeza me estaba jugando una de sus pesadas bromas en que convertía mis ideas en un amasijo de hilos imposibles de desenredar y que casi me llevaban al borde de la locura, quizá mañana estaría mejor, quizá salir al jardín a disfrutar un rato del sol me devolvería un poco la cordura, quizá mañana vería a mi padre y saldríamos por uno de nuestros paseos en caballo por los alrededores… pero ese mañana nunca llegó.
Incluso Thomas estaba diferente, su mirada no era la misma de noches anteriores; me sonrió, pasó su brazo por mi cintura y me pidió que lo acompañara, mi sorpresa fue mayor al encontrarme a mis padres en el salón principal, junto con el señor Dupreé, mi padre me veía con una mueca de sonrisa dibujada en sus labios, caminó hacia mí y tomando mi mano me hizo caminar a su lado, todos tomaron asiento, mi padre me sentó frente a él, paso su mano sobre mi mejilla y sonrió una vez más, todos estaban callados en el salón, con sus miradas contemplándonos, Thomas estaba parado detrás de mí, reposando su mano en mi hombro.
-Elizabeth, hija mía, la verdad que hoy te voy a revelar, cambiará todo en ti por el resto de la eternidad, tus ideas no volverán a ser totalmente las mismas, no sentirás de la misma manera, no llorarás por las mismas razones e incluso el dolor será diferente, tu percepción y tus sensaciones cambiarán para siempre, lo único que conservarás será tu propia esencia, esa que ha estado en ti desde el momento de tu concepción, esa que ahora se desarrollará de acuerdo a tu nueva vida, esa que siempre ha estado esperando por ti.
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