La historia empieza justo aquí, en un cuarto tan hermoso como este; recuerdo esa noche de magia, elegancia, lujos, placeres y estrellas. El cielo estaba como nunca, tan azul y oscuro que parecía casi un efecto visual, las estrellas brillantes parecían estar también listas para el baile. Entré al salón y me quedé asombrada ante tan grandioso esplendor, una gran lámpara llena de velas que colgaba justo del centro del salón sobre la pista de baile alumbraba el lugar, mesas llenas de exquisitos manjares y de los más costosos vinos de la región. Las mujeres tan bellas que parecían esculturas vivientes, con largos y preciosos vestidos de colores que sensualmente enmarcaban sus figuras, la música tan sutil y melodiosa, que invitaba a una cálida danza, el pianista consagrado en cada una de las notas que tocaba, y todos bailaban.
Me retiré a la terraza, en búsqueda de un momento de soledad, caminaba con la mirada fija y me perdía en mis pensamientos; fue ahí donde sentí por primera vez su presencia, cautivante y embriagante a la vez. Lo sentía… no lo veía, y aun así ya quería estar con él; de pronto, ahí estaba, justo frente a mí, con la mirada penetrante, sus ojos sobre los míos, la tez pálida y casi inerte, yo apenas podía pronunciar murmullo alguno, estaba perpleja de tan solo tenerlo frente a mí, ya podía sentir el dolor que aquel encuentro me dejaría, pero lo disfrutaba sin importar nada más. El, sonriente y cautivador extendió su mano hacia mí, invitándome a un largo paseo entre los espesos arboles de la hacienda. Casi puedo jurar que por unas horas perdí parcialmente la consciencia, era como estar en un estado de profunda tranquilidad, donde no sentía la tierra bajo mis pies, solo bastaba saberme de su mano para sentirme segura; no supe cuando la noche terminó, ni siquiera supe cómo fue que al despertar me encontraba en mi habitación, había dormido plácidamente toda la noche, no podía recordar nada más allá de lo que ya he relatado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor deja tu opinion