(Imagen por Victoria Frances)
Un piano se escuchaba, parecía provenir del salón principal de la casa, sin duda era el viejo piano de papá, sonaba una melodía dulce acompañada de una voz femenina muy suave, estaba cantando en un idioma distinto, francés al parecer, aunque con un acento un tanto inusual. Pedí a una de las sirvientas me ayudase a cambiar y a cepillar mi cabello, pellizque un poco mis mejillas para que apareciera un poco de color en ellas, y mordí mis labios para que no lucieran tan pálidos, sonreí frente al espejo y salí de mi cuarto hacia el salón, mi familia se encontraba reunida ahí, habían invitados. Tome mi lugar al lado de mi padre, y el con la más dulce de sus miradas me indicó que tomara asiento. La observaba, era hermosa y joven, quizá mucho mas joven de lo que parecía, sus ojos reflejaban una tranquilidad casi sedante, sus manos se movían con increíble precisión, su piel era blanca y tersa de mejillas coloradas y ojos marrones, sus labios rojos y bien formados dibujaban una sonrisa en su cara, me veía por segundos y volvía a su música; todos la miraban asombrados, era una niña prodigio, y digo niña puesto que más tarde supe que tan solo tenía 14 años. Al terminar el pequeño concierto, nos retiramos al salón, habían muchas personas que no conocía, mi padre me presentaba orgulloso ante sus conocidos y mi madre no dejaba de presentarme a los hijos de sus amigas mas allegadas, diciéndome en que ya iba siendo hora de pensar en formar una familia. ¿Era normal que mis deseos más próximos no fuesen precisamente tener hijos y un esposo de buena familia?, solo lograba sonreír y asentir a todo aquello que me sugerían, mientras mis ideas se volvían poco a poco más confusas.
Ahí en medio de todas esas personas, entre música y los más placenteros lujos que las familias adineradas podían darse, lo único en lo que podía pensar era en esa ansiedad, una ansiedad que me carcomía por dentro, unas ganas inexplicables de volver a verlo a él, de sentir esa sensación tan adictiva que me enervaba hasta el más profundo de mis sentidos. Mi corazón sonaba agitado y mi respiración era rápida, nerviosa, y asustada a la vez. ¿Qué me estaba pasando? , jamás había experimentado algo así y el hecho de sentir algo tan fuerte por alguien o algo que ni siquiera conoces por completo era completamente inentendible.
La música, las voces, el lugar, los sabores, todo me resultó tan hostigante que en la primera oportunidad que se me presentó, me escabullí de entre los invitados y subí a mi habitación. Me acomodé en un sillón justo frente a la chimenea, veía el fuego consumir la madera, sentía el calor en mis tobillos y pensaba, mi mente volaba con una gran facilidad que ni yo misma conocía. No sé cuantas horas pasé ahí, soñando despierta, imaginando y recordando, o ¿acaso estaba inventando mis propios recuerdos? ¿Habría logrado llegar a tal grado de locura?
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