-¡Vaya! Realmente luces muy bella hoy, incluso sin esos vestidos elegantes tienes un gran atractivo, ahora entiendo porque tienes así a mi hermano, quizá venga a visitarte en cualquier momento, se llevará una gran decepción al ver que esta noche le he ganado.
- Y tu… ¿quién eres? ¿Thomas?
-No tontita, ese nombre tan aburrido es de mi hermano, mi nombre es Alain, ¿no has disfrutado nuestro pequeño paseo la otra noche?, es una lástima que mi hermano nos hubiese interrumpido.
-¿Tú fuiste… él? Y entonces ¿Por qué..?
Estaba tan confundida, que apenas podía pronunciar frase alguna, tartamudeaba sin poder evitarlo.
-Tranquila, ya nos conocerás, ahora permíteme hacer lo que vine a hacer esta noche, descuida que no te haré daño, claro, a menos que tú así lo quieras.
Antes de que pudiese si quiera comprender lo que veía y lo escuchaba, estaba frente a mí, muy pegado, me rodeaba con su brazo fuertemente y con su mano acariciaba mis mejillas, sus ojos eran hipnotizantes, podía escuchar su respiración, temblaba en sus brazos, sentía que podía hacerme daño en el momento en que así lo decidiera, no era una sensación agradable; antes de que yo pudiese advertirlo, pude sentir sus labios junto a los míos, todo pasó rápido, con la misma intensidad que rapidez sin poder o intentar coger la voluntad para alejarme, el lo hizo, se había ido…
Una vez más, ahí me encontraba yo, confundida, miedosa, temblando y a la vez, jamás había estado tan intrigada por algo como comencé a estarlo esa noche, ¿quién era ese hombre? ¿quién podía lograr dejarme sin aliento tan solo de verlo? siendo tan…. ¡descortés! ¡eso! Era un grosero, atrevido y cínico, ¿cómo se había atrevido a entrar a la habitación de una joven y en esas circunstancias? Y sin embargo… ¿qué clase de mujer permite que la tomen así, de la nada, con semejante atrevimiento?, no había duda, comenzaba a enloquecer. Lo mejor era irme a la cama y dormir, seguro por la mañana despertaría y sabría que todo ha sido un sueño, producto de mi imaginación.
Recuerdo esa amanecer perfectamente, el sol aun no se asomaba, las nubes eran espesas y el ambiente se sentía particularmente frío, esa sensación no había desaparecido aún, era como una ansiedad consistente y en aumento, una opresión en el pecho que apenas me dejaba respirar; escuchaba el viento silbar, y la luna estaba hermosa, brillaba con un especial destello blanco a su alrededor. Escuchaba la madera crujir al quemarse, y de la nada esa voz, esa misma que había escuchado la tarde anterior, murmurándome al oído pasando su mano entre mi cabello, mi mejilla, mi cuello y mi hombro, mi corazón se aceleraba…
-No te vayas- susurré
- No lo haré si no lo quieres- dijo él
-Tu eres Thomas ¿no es así?, por favor no te vayas, quédate… quédate conmigo permite que te conozca
- Vaya, ya puedes hablarme y me has reconocido, tu voz es tan dulce y provocadora como lo son tus ojos, me alegra que seas tú.
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